En ese momento no disponíamos de nada para abrirlas, así que las dejamos en un rincón de la clase y les propuse que siguieran pensando de qué frutas se podrían tratar.
Finalmente se resolvió el misterio, las pudimos abrir y comer...¡eran nueces y almendras! Pero tenían un pequeño inquilino: un gusanito al que mis niños bautizaron como "Rosa" (era de ese color).
Después de meterlo en nuestro bote-lupa y de observarlo me recordaron que debía dejarlo en libertad ¡Hay que ver cómo aprenden estas criaturas!
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