¡Qué sorpresa nos llevamos el miércoles pasado al entrar a clase! ¡Había un esqueleto!
Con cara de sorpresa, los peques se fueron acercando.
¿Cómo había llegado a la clase? ¿Por qué había venido?
Lo miraron bien y se percataron de que en la etiqueta de su cazadora ponía un nombre...¿Julia? ¡Seguro que ese era su nombre! Y además... ¡llevaba un mensaje!
Cuando todos se sentaron, abrí el mensaje:
¡Pues claro que lo queríamos ayudar! Pero...¿qué sabíamos de los huesos?, ¿quién nos podría enseñar más cosas de los huesos y así poder ayudar a Anacleto?
Las respuestas a estas cuestiones, es decir, sus ideas previas, quedaron recogidas en un mural.
(A medida que avancemos en nuestras investigaciones, veremos si esas ideas previas son erróneas o, por el contrario, son acertadas).
Para empezar a ayudarle, los peques se llevaron la petición de Anacleto a casa. ¡Enseguida empezaron a recordarle nombres de huesos!
Además de escribirlos, debían señalárselos en su cuerpo y en el cuerpo de Anacleto:
Y como nos encanta bailar, qué mejor que hacerlo con la canción de Anacleto:
¡Enhorabuena, peques! ¡Gracias por ayudar al pequeño esqueleto!
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